Pipican sí o no

El otro día el señor Jordi y su compi Billy me hicieron cuestionarme esta pregunta.
Sobre todo porque el audio comenzaba con “puede que me regañes pero…”. Y es que a veces puedo ser un poquito intransigente…
Aiins…Las cosas no son blancas o negras.
Aunque mi postura sí es clara. Yo a mis perros no les llevo al pipican. Para mí es mucho más sano dar paseos sueltos, quedar con perros que ya sé que se llevan bien, encontrarnos otros perros por zonas abiertas, etc. Un pipican me parece un lugar muy pequeño en el que se genera mucha excitación y lo que veo cuando estoy por allí no me gusta.
Hay perros a los que nunca les podré recomendar ir a un pipican, porque con su carácter es incompatible. Hay perros que no necesitan más perros para estar mejor, sino menos. Pero esto ya es otro tema.
(Y aquí viene otro peeeeeeeroooo…)  Pero algunas veces no es un “no” rotundo. Todo se tiene que evaluar. Sobre todo porque hay gente que no tiene más opción que esa o porque para poder saber si a su perro le sienta bien o no tienen que probarlo.

Entonces, ¿Qué tenemos que tener en cuenta a la hora de ir a un pipican?

 

  1. Si no es un SÍ es un NO. Mira tu perro. Y mira su reacción de forma objetiva. Si no puedes decir con total seguridad “sí, mi perro está disfrutando”, es que no lo está haciendo. No por exponerse a una situación que para ellos es desagradable dejará de serlo, más bien al contrario. Ojo, que estar como una moto no es sinónimo de pasarlo bien. La excitación y el nerviosismo en ningún caso es señal de salud. Aprende a interpretar bien las señales de tu perro para poder tomar buenas decisiones.
  2. Vigila el tiempo. Mucha excitación, poco espacio. Con un poco de esto ya tiene suficiente. Muchas veces solo paran por agotamiento, pero los estamos entrenando a ser resistentes. Cada vez se cansarán menos y la excitación seguirá al mismo nivel. Lo que nos lleva al siguiente punto.
  3. Entrena a tu perro. Sí o sí antes de entrar a un pipican deberíamos tener al perro entrenado, que nos haga caso, nos conozca y tengamos una relación sana. Para poder sacarlo cuando sea necesario, evitar conflictos, etc. Entrena la llamada como ejercicio más importante, pero también cualquier otra actividad que le conecte contigo y no tanto con el entorno. De lo contrario, aprenden que allí dentro no pintamos nada; y después queremos que nos hagan caso, y claro, cuesta.
  4. Hay que intervenir. Si agobian a tu perro o tu perro es el que agobia a otro, no hay que dejarlos. Tú los has puesto ahí, en esa situación. Eso de que “ya se entienden entre ellos” es un depende muy grande. Tú perro no decide nada dentro de su vida, ni dónde duerme, ni lo que come, ni a qué hora caga… Por lo tanto, cuando tiene un problema es injusto dejarle solo.
  5. Relacionarse con perros no es solo correr y jugar. Relacionarse con perros también es ESTAR con perros. Y eso implica saber estar delante de perros sin hacer nada (no por agotamiento sino porque se sabe gestionar). Esta es la parte más importante que se nos olvida entrenar a veces. Y después pasan al lado del pipican y se vuelven locos porque el último recuerdo que tienen es que allí se corre y se juega, sin su guía.

Resumiendo: explora otras opciones con  más espacio, seguro que notas a tu perro más tranquilo. Y si lo vas a llevar al pipican, observa y evalúa su comportamiento. No hagas caso de lo que te digan. Conoces a tu perro y sabes si lo está pasando bien o no.